
La noche de los rábanos en Oaxaca se celebra el día 23 de diciembre
Quizás estemos alejados en el tiempo en cuanto a fechas aunque, a decir verdad, el pasar las navidades en México sintiendo el verano con mi camisa remangada también estaba fuera de lugar. Coincidió mi estancia en la ciudad colonial de Oaxaca con la noche de los rábanos, un evento religioso y festivo que aglutina cada 23 de diciembre a todos los oaxaqueños.
Es una fiesta grande, muy grande. Nos habían hablado de esta tradición de pasada, sin prestarle tampoco mucha atención. La realidad vino a nuestro encuentro cuando rugió la marabunta, a eso de las 8 de la noche.
A media tarde el centro de la ciudad andaba vacía, somnolienta. Los accesos estaban vigilados por la policía denegando el acceso a los vehículos con sus ametralladoras, colgadas de sus hombros, infundiendo respeto. Había habido problemas con los comerciantes, nada que no se pudiera solucionar con algo de dinero bajo manga, y el ambiente estaba enrarecido. Mustio. Por si fuera poco, sus armaduras del siglo XXI no ayudaban.

Policía mexicana cerrando el paso al zócalo en la noche de los rábanos de Oaxaca
De repente, sin darnos cuenta, el día oscureció y las luces iluminaron el zócalo. Para entonces los artistas se habían atrincherado en sus puestos y estaban colocando sus figuras, retablos y escenas navideñas empleando para ello rábanos únicamente.
La creatividad no conoce límites y dos son los colores que prevalecen al calor de la noche: el fucsia y el blanco. El primer color, al que un tipo como yo lo llamaría simplemente rosa, espolvorea las creaciones dándoles vida. Como contrapunto, el blanco simboliza la muerte. Antes de que lo preguntéis os lo aclaro. Las obras no se pintan, simplemente pasan por el escalpelo del cirujano.
Era finales del siglo XIX y la tradición se hizo realidad cuando los comerciantes iban a la Plaza de Armas de la Vieja, hoy Jardín de la Constitución, a vender pescado seco salado. Para despachar más, comenzaron a adornar sus puestos creando figuras hechas a base de rábanos y para hacerlas más bonitas aún, les colocaban toda clase de vegetales. Así es como de la noche a la mañana se convirtieron en artistas.

El frío no es problema en la noche de los rábanos de Oaxaca
Se tiene el conocimiento de que la noche de los rábanos se inició el 23 de diciembre de 1897. Ese año se organizó la primera exposición al aire libre, donde los comerciantes fueron llamados al primer concurso de floricultura.
En la plaza se amontona la gente haciendo cola religiosamente. La espera es más larga que el propio evento así que en nuestro caso dejamos la fila que rodeaba varias cuadras para los devotos (no tengo claro si estos peregrinos llegaron a ver algo a tiempo). Esto implicaba observar la exposición desde la barrera pero nada como algo de paciencia y buen humor para salvarnos de la quema. Además, si algo tenemos bueno los europeos es que por norma general somos más altos que los mexicanos. Si no llevaban sombrero podíamos hacernos con las mejores vistas sin llegar a ponernos de puntetas.
Los hortelanos rocían continuamente sus obras con agua para mantenerlas frescas y relucientes. Flish, flish; flish, flish. Como si estuvieran en una sesión de peluquería. Las piezas están acicaladas con otro tipo de verduras y flores para darle mayor gallardía. Así nos encontramos con lechugas, cebollas, flores de colores, nabos y pequeñas hojas de coliflor. Llega un momento que te pierdes, sin saber si lo que tienes delante es un comerciante, un artista, un jardinero o un agricultor. Quizás todas las descripciones sean correctas.

Los hortelanos nos sonríen sentados en sus tronos en la noche de los rábanos de Oaxaca
Viendo las representaciones de los artistas enseguida topé con una verdad, incómoda diría yo. Los motivos eran todos cristianos a excepción de las obras del Día de los Muertos. Podías ver el Nacimiento, los tres reyes magos o a la Virgen María pero no había ni rastro de los dioses prehispánicos. A mí al menos me chocó verlo así. Echan pestes y reniegan de los españoles por su barbarie y después se abrazan a su doctrina. La vida, que da muchas vueltas, pensé.
Hablando con los lugareños, nos enteramos de que los rábanos que usan para las esculturas no son comestibles porque son especiales. Emplean productos químicos para hacerlos más grandes y los moldean en su crecimiento para que adquieran la forma que el hortelano crea oportuno.
La música, los puestos ambulantes y el olor a vegetales te incitan a participar en la fiesta. Cuando acaba el cuerpo pide clemencia. Es la hora de la retirada hasta el siguiente amanecer con su nuevo viaje de 5-6 horas en autobús. ¡Ándale!
Más información | Oaxaca Mío
Fotografías | Xabier Villanueva
A vista de pájaro | Google Maps