Moscú era una perfecta desconocida para los occidentales hasta hace apenas unas décadas. El grueso muro del telón de acero cubría la antaño ciudad de zares con un velo de misterio. Por fortuna, los tiempos cambiaron y ahora esta ciudad es un goloso aperitivo para viajeros de todo el mundo. Con más de diez millones y medio de habitantes, esta gran urbe se mueve a un trepidante ritmo.
Como en todos los grandes núcleos de población, sus líneas de metro constituyen un medio de transporte de gran importancia, incluso vital para ayudar a la descongestión del resto de arterias de comunicación urbana. Casi trescientos kilómetros de trazado subterráneo facilitan los desplazamientos anuales de millones de personas.
Cualquier turista que viaja hasta la capital de Rusia puede encontrar en el metro un gran aliado que le llevará a los diferentes puntos de interés. Muy recomendable hacerse con una completa guía impresa o una aplicación para smartphone donde consultar las múltiples líneas disponibles. Pero también debe adaptarse a un medio de transporte que soporta una frenética actividad, como se puede apreciar en el vídeo.
Aún no ha amanecido cuando operarios y empleados preparan las máquinas y revisan las instalaciones para que todo funcione correctamente, pronto llegarán los primeros pasajeros que acabarán transformándose en una gran masa humana esclava de sus horarios y sin ningún tiempo que perder. El fondo musical del vídeo, In the Hall of the Mountain King del pianista y compositor noruego Edvard Grieg, imprime aún más velocidad a las escenas, que pasan en segundos por delante de nuestros ojos.
A pesar de todo, el observador podrá percibir entre el bullicio de las gentes la mezcla de elementos antiguos junto a representantes de las nuevas tecnologías actuales. También la belleza de los pasillos y túneles de este mundo subterráneo, que en muchos casos se ornamentan con todo lujo. Seguramente el propio metro es uno de los grandes atractivos de la ciudad moscovita, al que puede definirse como un palacio subterráneo.
Lo que no cambia –da igual la ciudad donde nos encontremos– son los rostros adormecidos de los primeros usuarios de las distintas líneas. Poco a poco la ciudad va desperezándose, incrementándose con ello el número de personas que acuden al metro en busca de su medio de transporte cotidiano. Así continuará la actividad durante todo el día, hasta que las primeras sombras de la noche ayuden a aliviar este frenético movimiento de máquinas y humanos. Luego llegará el momento para un merecido descanso, mañana todo volverá a ser igual.
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En Viajeros Blog | Metro de Moscú, todo un palacio subterráneo