
'Él' es el nombre que ha recibido el compañero de 'La Sirenita' de Copenhague
Casi cien años de absoluta soledad es mucho tiempo para una persona, hombre o mujer, y seguramente también lo sea incluso para toda una sirena. En agosto de 2013 se cumplirán cien años desde que La Sirenita de Copenhague se sentó a descansar sobre unas rocas, junto al mar Báltico, observando el horizonte con su mirada tranquila y serena; un siglo de soledad para esta escultura labrada en bronce, que se ha convertido en todo un icono de Copenhague y prácticamente de toda Dinamarca.
Como tantos años dan para mucho, no es de extrañar que la querida sirenita danesa haya sido objeto de diversos actos vandálicos y asociada a numerosas leyendas, en su mayoría vinculadas a pescadores y gente del mar. Se trata de una obra que fue donada a la ciudad por el empresario Carl Jacobsen y que se situó en su emplazamiento actual el 23 de agosto del año 1913.
Pero la época solitaria de esta sirena ha tocado a su fin, pues ya disfruta de la compañía de un homónimo masculino, aunque en este caso nadie ha donado la obra a la ciudad y las arcas municipales se han visto obligadas a desembolsar alrededor de 400.000 euros. Todo es poco para dar compañía a tan ilustre personaje.
Su compañero, situado al final de un muelle en la localidad de Elsinore, frente a la Casa de la Cultura de la localidad, a 45 kilómetros al norte de Copenhagueque, ya ha sido bautizado con el sencillo nombre de Él (Han, en danés) para no restar protagonismo a la vieja sirenita. Ha sido creado expresamente para este fin y su inspiración está claramente relacionada con La Sirenita de Copenhague. Sus creadores, una pareja de escultores, Michael Elmgreen e Ingar Dragset, se han ocupado de dar forma a esta nueva escultura masculina.
La Sirenita es ya una escultura con muchos años, aunque parezcan no pesarle, construida con los materiales y técnicas de otros tiempos. Sin embargo su joven compañero ha podido beneficiarse de los avances actuales, construyéndose a partir de una aleación de distintos metales y acero inoxidable y disponiendo de un mecanismo hidráulico que le permite pestañear cada sesenta minutos.
Seguramente la nueva escultura conseguirá atraer aún a muchos más turistas y viajeros, deseosos de felicitar a la sirenita y observar juntos a la feliz pareja. Ninguno de nosotros estará aquí cuando transcurran otros largos cien años para saber cómo le ha ido a esta nueva pareja, pero tal vez las nuevas generaciones podrán preguntarles y quién sabe si también conocer a su futura descendencia.
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