Pripyat, mascando la tragedia de la radiación de Chernóbil

21 de mayo de 2011
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Abandono en Pripyat. Cuando la gente se va de los parques de atracciones

Abandono en Pripyat. Cuando la gente se va de los parques de atracciones.

No es oro todo lo que reluce. Hay veces en los que esos flashes de luz sellan nuestros párpados en un microsegundo, cubriéndolos en la penumbra durante años; sin que seamos capaces de abrir los ojos para ver qué ha sido de nuestra ciudad. De nuestra vida.

Un buen día el cielo se colapsó, eclipsando la vida bajo un manto de muerte y destrucción. Murió mucha gente de la noche a la mañana. Otros no tuvieron tanta suerte. Tuvieron que sucumbir ante los efectos de la radiación tras el mayor desastre nuclear de la historia en Europa. Chernóbil voló por los aires, y con él, Ucrania lloró lágrimas cargadas de radiación. Creó un lago de contaminación, compuesto por espectros, por los lamentos de unos habitantes que no tuvieron escapatoria. Los de Pripyat.

Esta ciudad nació el 4 de febrero de 1970, en la frontera con Bielorrusia. Fue fundada expresamente para convertirse en una ciudad dormitorio, para aglutinar a todos los trabajadores de la central nuclear de Chernóbil y sus familiares. 16 años más tarde, un fatídico 26 de abril de 1986, murió. Las instalaciones distaban mucho de la seguridad requerida por este tipo de plantas, puestas en tela de juicio de nuevo tras la catástrofe de Fukushima en Japón.

Desoladora imagen de una piscina cubierta en Pripyat tras el desastre nuclear

Desoladora imagen de una piscina cubierta en Pripyat tras el desastre nuclear

Se evacuó a las personas, tarde, pero se las llevaron; se sacrificaron a los animales para evitar mutaciones en los humanos que no se consiguieron erradicar. Hoy, año 2011, una década más tarde de la Odísea en el espacio que se imaginó el bueno de Stanley Kubrick, en Pripyat sólo queda abandono. Los únicos restos son los objetos que, con el tiempo, han ido otorgando un tétrico paisaje a la ciudad. Fantasmagórica, como siempre ha sido.

Puede que a estas alturas os estéis preguntando por qué os hablamos de la sede de un desastre nuclear. Muy sencillo. Porque las agencias de viaje han comenzado a lucrarse con la desgracia. Existe el turismo de playa y el de montaña; el rural y el cosmopolita; el de aventuras de riesgo y el del relax. Ahora se une un nuevo exponente: el temerario. Lógicamente, si vamos a un cementerio nuclear sabemos muy bien a qué estamos expuestos. Partiendo de esta premisa, nosotros y sólo nosotros, seremos los responsables de alguna hipotética enfermedad.

En este particular tour de la muerte cruzaremos un cordón policial, formado por militares, que custodian el perímetro de la zona de exclusión. La visita incluye un guía, con el que nos adentraremos en una sórdida necropolis de escombros, ausencia, dolor y miedo. En todo momento se hará uso de un contador Geiger con la intención de medir la radiación y en caso de necesitarlo, nos vestiremos con ropa de protección. La visita no incluye zonas especialmente peligrosas pero la seguridad debe primar por encima de la curiosidad.

Interior de un hotel abandonado en la localidad de Pripyat, Ucrania

Interior de un hotel abandonado en la localidad de Pripyat, Ucrania.

Los test de radiación son esenciales. De sentido común a nuestra entrada, obligatorio a nuestra salida. Como es lógico, y aunque no hayamos estado expuestos de una forma tan nociva como para peligrar nuestro físico, el nivel radioactivo de nuestro cuerpo habrá aumentado. ¿Hace falta una experiencia como ésta para concienciarnos de los problemas que acarrea la energía nuclear? Yo no seré vuestro portavoz, la voz cantante la lleváis vosotros.

La sensación que me da, hablando a título personal, es que las personas cuando viajan no se involucran o no quieren ver otra cosa que no sea lo que les muestren. Se van a un país, compran un paquete de viaje y vuelven a casa con la concepción de un país. Que en realidad no es así.

Quizás, hacer una excursión a Pripyat es tocar el extremo, pero sí entiendo que deberíamos mezclarnos más con la gente. Escuchar lo que nos dicen. Hablarles sobre lo que nos inquieta. A fin de cuentas, el paquete para el turista está pensado únicamente para mostrar la cara amable, la tienda de souvenirs y una realidad que en la mayoría de los casos no concuerda con la objetividad de las calles.

Más información | Wikipedia
Fotografías | Heraldo, Tiblu y Etsy
A vista de pájaro | Google Maps

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