
Fotografía nocturna de El Mercado de los Paños de Cracovia
En mi visita a Polonia, el centro de operaciones lo instalé en su ciudad más bonita, Cracovia. Después de salvar la distancia del aeropuerto al centro de la ciudad, y tras dejar mis pertenencias en el alojamiento, cualquier visitante que se precie, yo incluido, va directo al corazón de la urbe: a la Plaza Central, a la Plaza del Mercado, a Rynek Glówny.
Las comparaciones son odiosas y pronto los recuerdos se posan tácitamente en mi ciudad de acogida, Bruselas; en su reluciente diamante, la Grand Place. Los dos lugares son bellos, enriquecidos por un trasiego de mulas con carrete que poco o nada que tienen que ver con las gentes de sus épocas doradas. Aunque sería un buen envite, hoy no estoy para retar en un duelo de capa y espada a estas dos majestuosas plazas, sino más bien para daros a conocer mejor una de ellas por medio de uno de sus monumentos fetiche.
Mi pluma se fija en el Mercado de los Paños, una lonja también conocida como Sukiennice que en el enriquecedor siglo XV servía como punto de encuentro para comerciantes, compradores, curiosos y vendedores. Allí reinaba la palabra, el arte del trueque en el que había que desprenderse de un bien para poder hacerse con otro que no se tuviera o anduviera escaso entre nuestras pertenencias. La ruta de la seda expandió sus tentáculos más allá de Oriente y en este compendio de mercantes, el cuero, las especias, la cera o la propia seda relucía de puertas para adentro.

En el interior de Sukiennice, el Mercado de los Paños de Cracovia en Polonia
El edificio que gobierna, que bombea la sangre en Cracovia, data del siglo XIII y está situado en el mismo centro de Rynek Glówny. Miento. En realidad, la construcción que albergaba el zoco en el siglo XIII no es el mismo que contemplamos actualmente. En el siglo XIV la lonja se vio ampliada con un marcado estilo gótico (véase sus reconocibles arcos acabados en punta), mientras que en el siglo XVI, tras el despunte del Renacimiento, vio remodeladas sus esbeltas caderas a golpe de talento. Como sucede con todo en esta vida, repleta de jardines cargados con rosas y espinos, la decadencia hizo mella en la economía, y de no ser por la restauración que vivió el Mercado de los Paños entre los años 1875 y 1879, hoy no podríamos sonrojar sus mejillas a través de nuestra libertina mirada.
El presente dista mucho del pasado, preguntárselo al Gran Bazar de Estambul si no me creéis. Caminar por el angosto pasillo de Sukiennice produce nostalgia, pese a tornarse dificultoso sentir melancolía de un periodo que no se ha tenido la oportunidad de vivir.
El halo romántico de la estancia se ha esfumado con la velocidad de la colonia de bebé, tan rápida en hacer efecto como en desaparecer en la espesura. La vergüenza ha hecho las maletas y los souvenirs han hallado un resquicio por el cual asomar la patita. Los bolsos se mezclan con joyeros de madera, paños de encaje, estampas y cuadros de figuras religiosas y moda textil de dudoso buen gusto, en especial unas camisetas regidas por un famoso dragón, principal protagonista de una leyenda de la ciudad que os desvelaré en el futuro.

El ámbar es el producto más típico que podemos encontrar en la Lonja de los Paños de Cracovia
Hoy en día, un lujurioso artículo escapa del concepto de usar y tirar, siendo la excepción por la que merece la pena acercarse hasta el rastro. El producto estrella es el ámbar (aquí y en los alrededores de Cracovia), una piedra que brilla con luz propia e ilumina un corredor que es testigo de los justicieros codazos de los diferentes establecimientos.
El espacio del que os hablo sigue siendo olisqueado por los sabuesos más ilustres que visitan la metrópoli. Por poneros dos ejemplos, importantes convidados como el emperador Akihito de Japón o el príncipe Carlos de Inglaterra fueron invitados en su día a caminar por los rincones del mercado tal y como se ha ido haciendo a lo largo de los siglos con los monarcas o altos mandatarios extranjeros. Ahora mismo, en pleno siglo XXI, a mi modo de ver, este paripé de cara a la galería es el mejor modo de hacerle ver a la clase alta los indecorosos gustos que tiene la clase baja a la hora de retornar a casa con el obligado regalo para sus seres queridos (u odiados, a saber a tenor de los presentes entregados).
En el primer piso del edificio de la Lonja de los Paños, encontramos la Galería del arte polaco del siglo XIX en Sukiennice. No tuve la oportunidad de contemplarla con mis propios ojos, ni tan siquiera percibí su existencia a mi paso, pero al parecer es digna de acercarnos hasta ella para saciar nuestro interés por el deslumbrante pasado de este histórico escenario.

Exterior del Mercado de los Paños de Cracovia en su Plaza Central
A modo de profana reflexión, deciros que me entristeció la apatía del callejón, un silencio mudo que no veía roto su sosiego ni tan siquiera por medio de sus vendedores. El bazar tampoco desprendía olores y, si os soy sincero, si un mercado no es capaz de obsequiarme con su hedor, os hablo de su vida, de su incandescente bullicio, para mí deja de merecer ese calificativo; a pesar de su incontestable belleza exterior, sobre todo de noche.
Más información | Wikipedia (en inglés)
Fotografías | Xabier Villanueva Amadoz
A vista de pájaro | Google Maps