
Una estrella de David sirve de ventana al cementerio viejo del barrio judío de Cracovia
El río Vistula meció los cabellos de una nueva ciudad llamada Kazimierz allá por el año 1335. Su fundador fue el rey Casimiro III, quien decidió colocar a los hebreos en una isla separada de Cracovia, la capital del reino polaco de la época. Con el paso de los años fueron drenando la tierra y ambas urbes convivieron hasta el último aliento de la II Guerra Mundial. A día de hoy, el barrio judío de la capital de Polonia es un parque de atracciones durante el día; un lugar de mestizaje durante la noche.
Lo suyo sería hablaros de Historia pero entiendo que los lectores viajeros preferimos ser unos oyentes privilegiados de la oratoria dentro de los raídos muros de esta judería. De esta manera nos evitamos papeleos, burda burocracia al alcance de nuestra mano en las enciclopedias virtuales. Me presto, si me permitís la osadía, a ser vuestros ojos, a convertirme en una voz apagada en la delgada línea roja que pende de este perseverante blog de viajes.

Un coche hippy nos desvela que algo ha cambiado en el barrio Kazimierz de Cracovia
El barrio judío se encuentra al sur de la ciudad antigua de Cracovia, el emblema de la metrópoli donde nos aguarda la sorpresiva Basílica de Santa María y el concurrido Mercado de los Paños. Hasta allí nos podemos acercar subidos a bordo de unos coches de golf o a pie. El transporte público no lo cuento porque debido a la distancia, no merece la pena andar buscándolo. No obstante, a nuestra vuelta, sí que lo podremos llegar a necesitar si nuestras reservas de energía flaquean. Los carritos se mueven por los destinos más turísticos de la villa y llevan adosados unos altavoces con la explicación de los mismos en varios idiomas (incluido el castellano). En ese sentido, no os esperéis un guía a los mandos del volante, mi sensación fue la de estar contemplando desde la lejanía a unos conductores mudos.
El explorador del siglo XXI va a pie, en bici o dentro del maletero si hace falta. Lo hace principalmente para ahorrar gastos y costearse un nuevo viaje, más seductor que el anterior a ser posible. Por eso camino despacio, anotando en una libreta los rastros que el pasado escribe para nosotros en el pavimento donde posamos nuestro ávido calzado.

La silueta de un graffiti nos sonríe en el barrio judío de Cracovia
Mi primera impresión de Kazimierz vino acompañada por una invitada inesperada, de nombre desilusión. Me esperaba tropezar con la destrucción de la guerra, con angostas callejuelas tratando de jugar al escondite con el visitante. No hubo rastro de mis suposiciones, ni siquiera por medio de las añejas huellas del ayer, de sus cicatrices abiertas. Una estrella de David apuntando a la sien del cementerio, a lo sumo; desvirtuadas sinagogas, como mucho.
Quizás el problema esté arraigado en mi devoción por el séptimo arte. Me monté una película de super 8 en mi mente y crucé la frontera del barrio judío sin apretar el botón de reset. Es probable, en ese sentido, que Steven Spielberg tuviera parte de culpa. ¡Maldito yanki!

Una de las andrajosas sinagogas de Kazimierz en Cracovia
La lista de Schindler, su afamada película rodada en blanco y negro, fue filmada aquí, e hizo decorar este barrio como si fuera el verdadero ghetto. Así es Hollywood, señores, un estudio repleto de falacias. A propósito, no nos perdáis la pista porque próximamente os hablaré del museo de Oscar Schindler, el cual está situado en la misma fábrica que sirvió para salvar la vida de muchos judíos.
Aún hoy, en el presente, en este mundo de fuegos artificiales y efectos especiales, uno casi se espera la interacción con el medio: unas bombas por aquí, los cimientos de los edificios en equilibrio por allá, unas sirenas a todo trapo presagiando la embestida de los aviones nazis… Nada, todo es mentira. Cracovia no corrió la misma suerte que Varsovia y, pese al ocupamiento alemán, los explosivos no echarían abajo sus raíces; las arrancarían de cuajo directamente, enviando al pueblo judio a campos de concentración como el de Auschwitz. Como muestra, lo podéis comprobar en primera persona si os decantáis por leer el artículo sobre las pruebas de los crímenes. Os aviso, puede herir vuestra sensibilidad.

La seta verde, sinónimo de una nueva vida de Mario Bross, se ha colado en el barrio judío de Cracovia
Paz, amor, turismo, setas de Mario Bross, luz, graffitis, galerías de arte, coquetos bares para tomar algo o salir de noche, desangeladas sinagogas. Como veis, no hace falta un párrafo entero para descubrir el nuevo rostro del ensanche judaico. Las avenidas son holgadas, pueden respirar con suficiencia; los rabinos brillan por su ausencia, están memorizando la Torá en algún abandonado recodo de la capital; el gélido viento de Cracovia silba melodías que se cuelan por sus anecdóticos y destartalados edificios.
Perderse por Kazimierz es muy fácil. Sus arterías apenas se distinguen entre sí y si no fuera por el murmullo de los guías atrincherados bajo una nube de asiáticos, cualquiera pensaría que se ha equivocado de dirección. Por razones del azar o por el sugestivo olor a comida fresca, da igual, es comprensible recalar en la Plaza Nowy. En las aceras, las máquinas de coser hilvanan en sus fogones la comida casera polaca. Mientras tanto, en el centro, una rueda de comida rápida con forma de una modesta plaza de toros gobierna la plazoleta. Cientos de palomas merodean el lugar, bien sea para picar entre horas o bien para echarse al gaznate el jugo de alguno de los alimentos del mercadillo a primera hora de la mañana.

Terraza de uno de los coquetos cafés del barrio judío de Cracovia
Patearse Cracovia de cabo a rabo bien merece un descanso; en forma de un anestesiante té, de un reconfortante café, de una rejuvenecedora cerveza. Las sinagogas pueden aguardar, izadas como una bandera, estoicamente nuestra visita. Al contrario que a la mayoría de iglesias cristianas o mezquitas musulmanes, a la hora de construirlas se olvidaron de añadirles belleza. Sus muros se lamentan, ídem el viajero. El barrio judío merece ser entrevistado, sobre todo para destapar su irreverente vida nocturna. No obstante, la gallardía de la ciudad se encuentra a nuestra espalda, al otro lado donde antaño navegaba el río Vistula.
Más información | Wikipedia
Fotografías | Xabier Villanueva Amadoz
A vista de pájaro | Google Maps
En Viajeros Blog | Cómo llegar desde el aeropuerto de Cracovia hasta el centro de la ciudad