
Vista aérea de San Gimignano, en la Toscana italiana | Benjamín D.
Uno de los principales atractivos para los turistas que visitan las grandes ciudades son los enormes edificios y rascacielos, grandes masas de acero, cemento y cristal que emergen de la tierra y se elevan majestuosas hacia las alturas. Sin duda, resultan sorprendentes para quienes proceden de ciudades pequeñas o núcleos rurales, acostumbrados a que hogares, oficinas y comercios se extiendan sobre la superficie; el cielo allí es para las nubes y las aves.
Hoy día, en las congestionadas macrociudades, con áreas de enormes dimensiones, es muy habitual la construcción en vertical. Famosas son ciudades como Dubai, donde los edificios rivalizan en altura, o la célebre isla de Manhattan, en Nueva York, que es una auténtica jungla de elevadas construcciones.

En el Medievo se construyeron hasta 72 torres, como elementos de ostentación de las familias adineradas | | Benjamín D.
Pero no podemos caer en el error de asociar la construcción de edificios elevados únicamente con la época contemporánea. Buen ejemplo de ello lo podemos encontrar en Italia, en San Gimignano, una ciudad a medio camino entre Florencia y Siena. Esta pequeña urbe, que tiene sus orígenes en el Medievo, se sitúa sobre las colinas de la Toscana y posee una población aproximada de 7.100 habitantes.
Se trata de una ciudad amurallada, como tantas otras de la época medieval, que surgió a raíz de un asentamiento etrusco del siglo III. Su época de mayor apogeo coincidió con el siglo XIII. Más tarde, las intrigas políticas y la temible peste negra acabaron minando su población y relevancia, al ubicarse junto a la Vía Francígena, una de las principales rutas comerciales hacia el Vaticano y Roma.

Las callejuelas del casco antiguo de la ciudad nos permiten sumergirnos en la época medieval | Rodrigo S.
En la zona, en aquellos tiempos, era común que las familias más poderosas y ricas construyesen torres que competían en altura, una forma de ostentación para demostrar hasta qué extremo llegaba su poder, riqueza e influencia. Llegaron a construirse hasta 72 torres, cada vez más altas, hasta que se promulgó un edicto que prohibía superar los 50 metros de la torre della Rognosa. Sin embargo, esta limitación se vería superada por la torre Grossa, que se eleva hasta los 54 metros de altura.
En la actualidad, por fortuna, se conservan 15 de aquellas 72 torres, lo que le ha valido a la ciudad el sobrenombre de «La ciudad de las bellas torres«. Éstas constituyen un importante reclamo turístico, además de los vestigios del Medievo que aún se conservan en algunas de sus calles, plazas, edificios y construcciones.

Una de las salas del Museo San Gimignano 1300 | Avital P.
Nuestra visita a San Gimignano nos permite evadirnos hasta la Edad Media, observar las torres que se conservan en pie pese al paso de los siglos y también conocer otros interesantes lugares como la iglesia de la Colegiata o la iglesia de San Agustín, donde se preservan importantes obras de arte del renacimiento italiano. Incluso podemos ver las 72 torres originales en una reproducción en cerámica de la ciudad que se expone en el Museo San Gimignano 1300. Tampoco podemos perdernos las cuatro plazas que habitan su corazón: Piazza della Cisterna, Piazza Duomo, Piazza Pecori, y Piazza delle Erbe.
Los accesos son sencillos en vehículo particular, aunque deberemos estacionarlo en las afueras, pues el casco antiguo (declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco en 1990) es únicamente peatonal, o por medio de autobuses de línea desde Florencia y Siena.

Turistas pasean por la Piazza della Cisterna en San Gimignano | Luca Z.
Viajar a San Gimignano está recomendado para todos los interesados en la cultura medieval. Y para los viajeros amantes del vino, todavía más, ya que en la región se cultiva el conocido Vernaccia di San Gimignano, un vino blanco que se caracteriza por ser uno de los más finos y secos de Italia.
Más información | San Gimignano (página web oficial)
A vista de pájaro | Google Maps
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