
Las cuadrillas se juntan en el tradicional almuerzo antes de dar comienzo los Sanfermines
Si hay un momento único en los Sanfermines es sin duda el almuerzo del día 6, el verdadero comienzo de las fiestas. Son un par de horas mágicas, nostálgicas para quienes las vivimos desde la distancia, de encuentro de las amistades de toda la vida. El despertar de un 6 de julio en Pamplona es especial, alegre, lleno de sentimiento hacia unas raíces que hemos mamado desde que hacemos uso de nuestros pulmones por primera vez.
Se palpa en el ambiente un leve susurro que navega por las calles llevado por la brisa de la capital navarra. Apenas es audible aunque su percepción traspasa el más infranqueable de nuestros corazones. Irradiamos esa pasión solapada en nuestra sonrisa y sin proponérnoslo, contagíamos nuestro entusiasmo a cualquiera que se nos acerca.
La jornada es larga, muy larga. A diferencia del resto del año, este día se madruga sin esfuerzo, como si fuera nuestra primera vez. Da igual los años que tengamos, el espíritu rejuvenece hasta la adolescencia.

Típico almuerzo sanferminero para tomar fuerzas antes del chupinazo
Alrededor de la mesa todo son anécdotas. Rememoramos tiempos pasados, hablamos con añoranza de amistades que no están y sonreímos al nombrar los nuevos miembros que vendrán al año siguiente con sus dientes de leche. Hacemos partícipes de la fiesta a los primerizos, a esos amigos que vienen invitados por alguno de la cuadrilla de cualquier rincón del mundo. Todos son bienvenidos.
Nos encontramos todavía amordazados por los nervios de la última semana, por esos mismos cosquilleos que nos recuerdan que es posible enamorarse para toda una vida de la misma mujer: de Pamplona, de tu pareja, de la vida.
Por lo general estamos acelerados. Queremos llegar a todo y a todos y las palabras no alcanzan su destino igual de rápido que nuestros pensamientos. Saltamos, bailamos, nos abrazamos. Bebemos. Corremos como pollos sin cabeza, da igual la dirección, no es importante. ¡Coño, hemos estado esperando todo el año para esto!

Los ánimos no decaen en los Sanfermines tras el tradicional almuerzo
La música inunda la periferia de la ciudad y al son de sus notas los mozos vamos uniéndonos a los vecinos de los barrios. Es la manifestación más multitudinaria, la más correcta, la de un único partido: elbuenrollismo. El jolgorio se expande por las arterias de Pamplona. Sentados, con una botella de vino en la mano; de pie, con un vaso de cerveza mojando los labios.
El almuerzo es consistente y rico en grasas. Excesivo, al igual que todas las fiestas. Este día está todo permitido, necesitamos fuerzas y la explosión de un huevo frito con la txistorra en un pan tostado no tiene precio. Ni desprecio posible.
Tras la comida, en nuestro peregrinaje conjunto a la meca del rojo y del blanco, el ayuntamiento, las txarangas se contonean al ritmo de sus caderas. Y de las nuestras, cubiertas por unos pantalones blancos que ya han recibido su primer bautizo de kalimotxo. Ha llegado el día, ya falta menos para los Sanfermines, apenas unas horas para el chupinazo. Tomad en volandas el pañuelo y esperad la señal.
Fotografías | Fanfarre, M. Ángel Herrero y Luis Azanza
A vista de pájaro | Google Maps