Visitando Ochagavía en el valle de Salazar

9 de marzo de 2012
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Ochagavia

Fotografía del río Anduña a su paso por Ochagavía en el valle de Salazar, Navarra

Tras dejar atrás con añoranza Ezcároz, un hermoso pueblo del valle de Salazar, era menester hacer un alto en el camino en Ochagavía, la siguiente localidad. El aliento de los Pirineos hacía plegar el cuello para evitar constipados y, tras un primer vistazo al sello de identidad del municipio, del que os hablaré más adelante, me fui a una caritativa plaza donde el sol era bienvenido y el viento era ahuyentado. Pese a que la gastronomía de la zona es exquisita, era un día para pasear por el monte, y este hecho me llevó a hincarle el diente al plato por excelencia del montañero: el bocata.

Unos niños emulaban a sus ídolos en el frontón, al aire libre, sustituyendo la pelota, con la que Olaizola e Irujo podrían jugarse el título del mano a mano, por un balón de fútbol; se divertían lanzando la bola contra la pared en esa misma plaza, donde otro imberbe chico formaba caravanas en el rellano de un pequeño muro con coches de juguete. No faltaba de nada: una ambulancia, coches patrulla, camiones, fórmula 1, coches de rallyes…

Ochagavia Puente Medieval

Puente medieval de Ochagavía sobre el río Anduña

El nombre del pueblo proviene de la palabra en euskera otsagabia, que a su vez está formada por dos nombres, otsoen habia. Su significado es nido de lobos, aunque esta afirmación queda relegada en el olvido, ya que no seremos atacados por ninguno de estos feroces animales. Hasta hace apenas un siglo este carnívoro habitaba en los bosques aledaños, y su presencia en el escudo de la localidad así lo atestigua.

Ochagavía está considerado como uno de los rincones más bellos de Navarra. Al norte se encuentra Francia, Izalzu y el bosque de Irati, mientras que en el sur se alza el mencionado Ezcároz, situado a 2 kilómetros de distancia. Al este nos aguarda el valle del Roncal y el oeste está flanqueado por otro valle más, en este caso el de Aezkoa.

Ochagavia Iglesia San Juan Evangelista

Calle de Ochagavía con la iglesia de San Juan Evangelista al fondo

Después de haber saciado el estómago volví al encuentro del emblema de Ochagavía, el río Anduña. Él es, en sí mismo, la característica principal al separar en dos la villa, como si una trifulca en el pasado hubiera llevado a sus habitantes a alejarse para no tener que volver a cruzar la palabra con sus vecinos. A modo de tregua, cuatro son los puentes que liman sus asperezas, destacando por encima de todos ellos un puente medieval de piedra. Todavía existen otros dos viaductos, si bien éstos sirven para cruzar el río Zatoya.

Al encuentro de los dos ríos que bañan con sus aguas Ochagavía, en el inicio de sus fronteras, me encontré con un crucero del siglo XVI que, con sus escalones de piedra, apuntaba a los cuatro puntos cardinales. Mirara a la dirección que mirara, casonas del mismo material me sonreían con las manos descubiertas, asidas a la cintura, oteando los indecisos rayos de sol que atravesaban las nubes de febrero. Su cabello era de color teja, con ojos duplicados, abiertos de par en par para rescatar toda la luz del mediodía. Eran las típicas casas nobles de Ochagavía, las de uno de los 3 quiñones en los que se dividió el valle de Salazar en el olvidado siglo XIV.

Ochagavia Iglesia de San Juan Evangelista

Vista panorámica del pueblo de Ochagavía y su Iglesia de San Juan Evangelista

Buceando por las adoquinadas calles del pueblo, esquivando las sombrías huellas del invierno en forma de hielo, adosadas a la roca como un truhán de tres al cuarto, encaré la recta que me llevaría al encuentro con la iglesia de San Juan Evangelista. Su afilada torre rectangular resoplaba al contacto con una ligera brisa que refrescaba el alma. Mientras, resguardado bajo su falda, a su abrigo, contemplaba su arqueada portada sin imaginarme que su interior albergaba retablos renacentistas y que ocultaba vestigios de los siglos XI, XVI y XVII bajo llave.

Rodeando la espalda del templo cristiano, encarando a su vez una cuesta empedrada que aceleró el proceso de digestión, se hallaban las señales de un recorrido que me llevaría hasta el santuario de Nuestra Señora de Muskilda. De él os hablaré en otra ocasión, ya que es un trekking estupendo y me servirá como hilo conductor para hablaros de una de las fiestas más tradicionales de Ochagavía. Como anticipo, os dejo con una instantánea que tomé a mi vuelta, donde podemos observar la estilizada retaguardia de la iglesia de San Juan Evangelista.

Ayuntamiento Ochagavia

Fachada del ayuntamiento de Ochagavía

Los blasones se descuelgan de sus sujeciones a nuestro caminar, cogiéndonos de la mano y señalando edificios tan emblemáticos como su ayuntamiento. Asimismo, pasear por este municipio del Pirineo despierta nuestros sentidos, siendo capaces de beber el cantar de los pájaros, oler el movimiento de sus aguas y saborear la alcurnia de los somnolientos palacios medievales; como el de Donamaría, el de Urrutia, el de Iriarte.

Os recomiendo acercaros a la oficina de turismo, situada a la orilla del río Anduña y fácilmente reconocible, para que os informen de todas las posibilidades que ofrece la aldea y los alrededores. Os encontraréis a una persona muy afable y, por si fuera poco, tendréis acceso al centro de interpretación de la naturaleza. Los adultos pagan 1,20 euros, el ticket reducido cuesta la mitad, y tanto los menores de 18 años como los jubilados acceden gratuitamente. El horario de la oficina de turismo, en febrero de 2012, era el siguiente:

  • De lunes a jueves y domingo, de 10:00 a 14:00 horas
  • Los viernes y sábados, de 10:00 a 14:00 horas y de 16:30 a 19:30 horas

Más información | Ochagavía y Wikipedia
Fotografías | Xabier Villanueva Amadoz
A vista de pájaro | Google Maps
En Viajeros Blog | Mi visita al parque de Sendaviva en Navarra

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