
Los pañuelicos rojos en alto es sinónimo de comienzo de las fiestas de San Fermín
Tras haber almorzado debidamente, con la adrenalina a flor de piel y el estruendo de los Sanfermines tronando por las esquinas del mundo entero, llega un acto simbólico: el chupinazo. Al estallar la pólvora en lo alto del cielo pamplonés la percepción del espacio-tiempo cambia y nuestras preocupaciones se evaporan dentro de la caldera humana en la que se ha convertido Pamplona.
Durante toda la mañana hemos guardado el pañuelico rojo a buen recaudo. Ha estado esperando su momento escondido en el fondo del bolso, abrazado a nuestra muñeca, rodeando nuestra frente; cualquier lugar es bueno. Es, a falta de menos de 5 minutos, cuando las dos plazas más emblemáticas, la Plaza del Ayuntamiento y la Plaza del Castillo, se tiñen de rojo al mostrar el pañuelo como ofrenda al patrón de las fiestas, San Fermín.

El chupinazo de los Sanfermines es audible en todo el mundo; un auténtico estallido de fiesta
Son apenas unos cientos de segundos los que dejamos de escuchar, de ver y de oler. Sólo disponemos de sentido del tacto, el mismo con el que somos capaces de acompasar la respiración de cientos de miles de personas que se mueven como las olas de un océano multiétnico.
La polémica siempre encuentra un resquicio para agrietar la unión de la gente y el uso político de las banderas por ambas partes, sea la española, la navarra o la ikurriña, acarrea no pocos confrontamientos. Qué se le va a hacer, nadie sabe separar los actos culturales con los partidistas.

Durante el chupinazo de los Sanfermines las calles del casco viejo están abarrotadas
En la Plaza del Ayuntamiento y sus arterías colindantes no cabe un alfiler, y cuando digo que no cabe es que no cabe. Cuando todo visitante que viene a Pamplona se acerca por primera vez a esta plaza, su mueca es de asombro. El lugar donde aguarda el balcón del consistorio para dar comienzo a las fiestas es muy pequeño y choca frontalmente con las imágenes aéreas de las televisiones donde la Plaza del Ayuntamiento parece tener la extensión de un campo de fútbol.
Si se ha decidido ir al meollo de la fiesta es aconsejable llevar calzado apropiado, nada de sandalias para el verano. Hay mucho pisotón, vidrio roto desperdigado por la calle y vidrio volando por los aires con un final que a veces resulta ser nuestra dolorida cabeza. Ya se sabe, donde se concentra mucha gente es más fácil encontrar a alguien que le falta un par de tornillos.

Después de mancharse en el chupinazo es hora de limpiarse con agua
El chupinazo aúna las características de otras fiestas populares como la guerra del vino de Haro o la carrera del agua de Lanjarón. Los huevos, el ketchúp, el vino, la harina o la mostaza son sólo unos cuantos ejemplos de los elementos con los que puedes ser atacado. Por suerte, debido al floreciente calor que suele hacer el 6 de julio, los vecinos del casco antiguo lanzan cubos de agua desde los balcones. Es otra fiesta, menos terrenal; a 5, 10 o 15 metros de altura.
Los pelos se ponen de punta cuando se oyen las palabras mágicas a las 12 del mediodía a través del micrófono instalado en el balcón central del ayuntamiento. La comitiva política rodea al afortunado que va a lanzar el cohete y en ese preciso instante todo Pamplona ruge como si se estuviera jugando el descenso en el campo de El Sadar.

Tras el chupinazo que da comienzo a los Sanfermines el pañuelo rojo se lleva al cuello
Iruindarrak, gora San Fermin!
Pamploneses, pamplonesas, ¡viva San Fermín!
Cuando estalla la fiesta ya podemos colocarnos al cuello el pañuelo rojo de San Fermín. Ahora sí que sí, ya podemos decir que han comenzado los Sanfermines. Ondo pasa jaietan! ¡Felices fiestas a todos!
¿Dónde puedo verlo en directo?
Fotografías | Qué, Saturnic Live Journal , Fuck The Meat, Óscar Hm y Unai Beroiz
A vista de pájaro | Google Maps